La lejanía de las comunidades indígenas con los centros
económicos locales y el bajo nivel de escolaridad son algunas de las
principales limitantes con las que se topan al momento de buscar empleo. De
acuerdo con datos de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos
Indígenas (CDI), del total de la población indígena económicamente activa, el
70.1% de los hombres se encuentran ocupados, mientras que en el caso de las
mujeres aplica solamente para el 21.7%. El mismo estudio señala que las
actividades económicas en las que se desenvuelven son como empleados,
jornaleros, peones (como el triste caso de los indígenas Tarahumaras de Baja
California) o comerciantes, y estadísticamente con sueldos más bajos que
personas catalogadas como “no indígenas”. Esto no hace más que abonar a la
situación de pobreza que presentan estos grupos.
Me ha tocado ver como están acostumbrados al sistema
paternalista que desde siempre les ha ofrecido el gobierno. ¿Qué si estoy de
acuerdo con esto? No. Pero lo cierto es que no les hemos ofrecido ningún otro
sistema que les funcione y hoy son pocas las opciones económicas con las que
cuentan.
De acuerdo con datos del
“Programa Especial de los Pueblos Indígenas 2014-2018” que publica el
Diario Oficial de la Federación el 30 de Abril del 2014, el reto más importante
en lo referente al Desarrollo Económico, es el desarrollo de opciones
productivas que se traduzcan en el incremento y permanencia de las fuentes de
ingreso de la población indígena garantizando la autosuficiencia económica. Sin
embargo el mismo documento señala que tan solo el 7% de los programas sociales
vigentes se orientan a actividades productivas, lo cual suma muy poco a la
causa.
Por otro lado, entre algunos de los problemas para la
implementación de proyectos productivos exitosos se encuentra: La falta de
conocimiento de los grupos con mayores niveles de marginación para acceder a
este tipo de apoyos, las dificultades crecientes para el aprovechamiento sustentable
de los recursos naturales, la carencia de recursos y capacidades para
insertarse en mayores escalas de producción y el limitado acceso al financiamiento,
la ausencia de tecnologías y una pobre organización para la producción y
comercialización. Estas dificultades forman parte de un círculo vicioso difícil
de romper. Tan solo en temas turísticos, en la década del 2000 al 2010 se
realizó una inversión superior a los $25mil MDP en proyectos productivos
indígenas, de los cuales solo el 4%
resultaron ser proyectos con operación sostenible.
Sin duda la implementación de proyectos productivos sí es
una solución viable para la generación de mayores ingresos en comunidades
indígenas pero no es una tarea que el gobierno sólo pueda estructurar.
Para lograr proyectos productivos exitosos es necesaria
la colaboración de cuatro frentes:
En primer lugar el gobierno en sus
tres niveles activando causas sociales. En segundo lugar la iniciativa privada sumando a los
programas estructura y estrategias empresariales funcionales. Tercero las casas de estudio que aporten el valor
del conocimiento y la evaluación del progreso en las diferentes implementaciones.
Y por último una organización encargada de coordinar todos los esfuerzos hacia
la causa en común. Esta puede ser una solución integral que trace nuevos
matices en la realidad de las comunidades indígenas en México.
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